sábado, 29 de diciembre de 2012

Bajo este cielo, somos uno

[Revista Frenesí de DICIEMBRE]

Crónica
Victoria Briccola

Revista Frenesí asistió a la XXI Marcha del Orgullo LGBTIQ en Capital Federal, el pasado 10 de noviembre. El resplandor de la diversidad sexual en Argentina.


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10 de noviembre. Capital Federal y un cielo de colores. Era sábado y había amanecido un tanto nublado. El sol estaba tímido pero se notaba, por ciertos momentos, sus ganas de estar presente aquel día.
En la ciudad parecía ser un día común y corriente. Las cosas estaban en el lugar que siempre estaban. Los edificios, las caras de las personas, el viento. Todo y cada pequeño mundo.
Pero cerca de las 15.00, en Plaza de Mayo, se empezaba a sentir otra energía, otro espíritu. Se empezaron a agitar otras banderas. Y apareció la alegría genuina, los colores puros y brillantes. Eran ellxs. Éramos nosotrxs. Éramos todxs.
De la mano de Revista Frenesí, asistí a la XXI Marcha del Orgullo LGBTIQ (lesbianas, gays, bisexuales, trans, intersex, queer) y fuimos, así, parte del festejo.
Frente a la Casa Rosada se desplegó su respectiva antesala, la Feria de los colores y las miradas alegres (Yo me animé a bautizarla así). La misma estaba repleta de distintas producciones que cargaban con la bandera del arcoiris en primer plano: remeras, banderas, accesorios, y otros elementos afines, como libros, agendas y más.
El buen humor y la música bien fuerte fueron los protagonistas del lugar. Se notaba a simple vista que la gente se estaba divirtiendo, que estaban felices de estar donde estaban. Sus cuerpos bailaban desde donde se encontraran: en alguna de las camionetas, debajo de estas, más allá, en la otra punta. La Marcha del Orgullo comenzaba a ganar su propio ritmo y era sumamente contagioso.
El lema de este año fue “Educación en la diversidad para crecer en igualdad” y de esta manera se reclamaba al Estado nacional que intensifique su compromiso con la educación inclusiva para hacer de la escuela un espacio plural que incorpore la diversidad en su agenda cotidiana. En líneas generales, se buscaba que se ponga en vigencia la Ley de Educación Sexual Integral, que fue sancionada en el 2006 y que aún no logra implementarse en la mayoría de las escuelas provinciales y de la Ciudad de Buenos Aires.
Alrededor de las 19.00 las enormes camionetas, convertidas en discotecas, comenzaron a avanzar hacía la Plaza de los Dos Congresos, al ritmo de la cumbia o de la música electrónica. Delante de ellos, iban caminando varias parejas del mismo sexo, familias co-maternales, con sus hijxs en brazos o en cochecitos, para realzar la consigna de este año. La XXI Marcha del Orgullo LGBTIQ estaba en movimiento.
En las caras de cada uno de los presentes, en sus bailes, en sus vestimentas, en las banderas que agitaban de mil formas, en las formas de abrazar, en las caricias al mirar, todo era sinónimo de libertad, de orgullo y de felicidad por su ser. Todxs, tanto homosexuales como heterosexuales, todos los que asistieron a la Marcha buscaban dejar atrás pedagogía del insulto, de la discriminación, las cargadas y el bullying, no solo en el ámbito educativo sino en todos los rincones de la sociedad.
La marcha había terminado. Una vez presente frente al Congreso, comenzó el discurso general conducido por Gustavo Pecoraro, escritor, periodista y activista gay; por Vida Morant, psicodramatista, actriz y dramaturga y por Andrea Majul, periodista, locutora e integrante de la organización 100% Diversidad y Derechos. Hubo aplausos y abucheos a distintos personajes del ambiente político y cultural del país. Más tarde, Leo García, Celeste Carballo, Lía Crucet y las Kumbia Queers regalaron su música al cierre de la noche.
Este año, hubo una gran concurrencia de distintas agrupaciones políticas (La Cámpora, el Movimiento Evita, Kolina, los Putos Peronistas, la Juventud Radical, el MST y el Partido Socialista) y numerosos activistas que dejaban ver sus diferentes banderas y cánticos. Sin embargo, todxs tenían plasmados en sus caras y en su emoción la misma bandera. Todxs supieron cómo festejar, reclamar y defender una misma bandera, los mismos colores.
La alegría por tener en su haber, por ejemplo, la ley de identidad de género y el decreto del reconocimiento igualitario eran puntos en común en todxs. Eran logros alcanzados por todxs en este 2012. Porque al hacer mención de estas conquistas, se estaba llegando a la historia de cada unx, a la verdad que cada unx de ellxs cargan.
En aquellas últimas horas de la noche, sus ojos revivieron como una pequeña película todos esos sueños cumplidos. Sueños que bien eran propios o de un amigo/hermano/hijo que estaban acompañando. La felicidad era compartida, era igualmente genuina.
Porque si nos detenemos dos segundos, podríamos ver que somos todxs diferentes, por más que en tu grupo de amigxs sean todos heterosexuales, son todxs distintxs y esas diferencias, de cualquier índole, son las que nos enriquecen como grupo, como colectivo y son las que nos ayudan a ser más tolerantes, más comprensivos, y respetuosos. El que sea gay, lesbiana, bisexual, trans, es una elección de cómo amar, de cómo ser, pero no lo limita a nada ni lo hace inferior a nadie. Creo que si nosotrxs nos encerramos, discriminamos, no escuchamos e ignoramos estamos siendo nosotrxs, menos que nadie.

Así fue que, gracias a Revista Frenesí, finalmente en noviembre del 2012 pude tener la excusa perfecta para caminar por las calles porteñas y conocer la Marcha más especial, colorida y entretenida de la ciudad y del territorio argentino en general.

viernes, 28 de diciembre de 2012

El diamante borgeano

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[Revista Frenesí de DICIEMBRE]

Cuento
Giesolauro Florencia

Era un congreso irónico de escritores famosos e histéricos para lograr conocer al rey de reyes, al señor, al incomprensible Borges. Usted se me acercó y, me preguntó a cerca de un tal Tom Castro o de un Rosendo Juárez, vilmente titubeé dando con dilatadas carcajadas que se llevaron todo mi aliento. Sí, lo recuerdo perfectamente, estábamos reunidos en Calgary, Canadá un primero de Febrero de 1921. Esa misma noche después de mi vergonzoso episodio he planeado crear mi propia vendetta para dar con su muerte. En la mañana del primero de agosto, Borges viajó en busca de un premio a Dessau, Alemania. Allí habló con psicólogos y describió libros infames. La conferencia había sido un éxito. Esa mismísima noche empaqué un papel de calco, un lápiz de un trazo fino, un espejo, una escuadra y un mapa. Me dirigí hacia las Islas Malvinas para dar con el comandante Eride quien me ayudaría a trazar un triángulo equilátero cuyo interior tuviera la delgada y ramificada figura de un diamante. El treinta y uno de agosto escribí un telegrama dirigido al mismísimo señor, firmando astutamente con el nombre de Foster E. Morgan, quien estaba de visita en West Falkland. En ese telúrico mensaje, decía brevemente que se lo esperaba ansiosamente en la ciudad de la Gran Malvinas donde recibiría una fiesta en condecoración a sus grandes descubrimientos en el ámbito de
los terrenos cuánticos. El ocho de septiembre, partió de Dessau para embarcar en España. Tomó fielmente el primer catamarán que iba rumbo al claroscuro islote.
La talla de un diamante que se halló en la gema se reflejó hacia afuera concentrada en esos destellos brillantes tan especiales. El destello de la muerte. Las olas quebrantaban el océano y el cielo endulzado de venganza se volvía oscuro y tenebroso. Centenares de estrellas cayeron del cielo; murciélagos cegados se aplastaban en las ventanillas del potente barco. Esa noche Borges soñó, esa noche taciturnos minotauros acariciaron su blancuzco rostro. Un ejército de gárgolas aplaudía en el cementerio al gran monstruo durmiente. En su mente aborrecía el desencanto de pasadizos secretos, de miradas altaneras y de un cielo grisáceo de un matiz tormentoso. Relámpagos, centellas, y luciérnagas fantasmales se estrellaban en los párpados del hombre. El barco se movía en forma de balanza cuyo peso había sido des configurado. Inmerso en un sueño profundo dirigió el encantado buque rumbo a un intrincado camino oceánico. Acalorado el hombre saltó de la cama. Una enredadera neurótica de pesadillas se entrelazaba en el fugitivo y espléndido cráneo borgeano. Meticulosos micro túbulos de un hipotético deja vù, manipulado por líneas convergentes de senderos que se bifurcaban en su sádica mente. La indigna travesía se acurrucaba en mis traicioneras y ásperas manos, en el perfecto delineado atemporal de un tajante destino que sólo retasaría el impune viaje. La base naval recibió discontinuos telegramas con eufóricos mensajes, en los que sospechosos acantilados habrían despistado al capitán.
La noche siguiente el hombre soñó, un fauno lo sujetaba de sus piernas tendiéndolo boca abajo y sacudiéndolo. Borges se despertó, ésta vez aturdido; agonizó hasta llegar a Malvinas. Horas más tarde el corpulento barco arribó en el puerto. Juno Eride, un cercano amigo ayudó, guió al confuso esquizofrénico hombre, lo condujo por un sendero de rojas espinas hiladas en hiedras vertiginosas hasta dar con una ínfima puerta labrada con ornamentos de ocre y bronce. El hombre la abrió y un espeluznante jardín se desbordaba por sus ojos, volteó y se encontró eternamente solo. Una ligera música sonaba mientras que una atrevida brisa de un sol opaco comenzaba a tejer cierta engañosa telaraña. Oía exageradas risas, retorcidos ruidos, se abalanzó en busca de un nuevo reconocimiento, de un banquete con deliciosos corderos con manzanas moradas. El hombre emprendió camino, el hombre enfermizo de dar con el mismo pasaje dos veces agonizó. La fiebre trepó por sus venas causando un frío húmedo que lo descompensó. Notó que había sido atrapado, engañado, notó al minotauro en un rincón y al fauno silbando junto a él. El hombre desesperado corría, recordó doblar a la izquierda para dar con la salida del laberinto. Al remiendo remolón de su andar, lo vi parado frente a mí con un aire de moribundo convaleciente. Me miró, y su memoria se suprimió al reconocerme; cayó firmemente rendido sobre sus rodillas.
Cada misterio empañado por metáforas fantasmagóricas, cada farsa ideológica de ser inmortal en un mundo ilógico e ilícito, todo conlleva a un final premeditado, a un salto cuántico, imprevisto quizás. Cenagoso escurridizo asesino de ficciones, hoy he logrado cubrirte bajo las tinieblas de un laberinto con forma de diamante. Cargué mi báculo y gatillé. Allí yacía un tal Borges, un héroe de infames, un concienzudo asesino que apaciguó el sueño eterno tras padecer en un laberinto de sueños, direcciones, líneas a punto de desdibujarse y caminos movedizos. Así como cayó desplomado Lönröt, ha caído Borges. A veces vacilo en el fuego, en la apasionada recompensa de un pacto entre llamas y cenizas que se sumergen en un tornasolado sosiego, llevando a cremar un cuerpo insípido e incoloro para dar con el crimen perfecto, para dar con el diamante borgeano.

Cacerolas, madres y jóvenes

[Revista Frenesí de DICIEMBRE]

La historia presente que garantiza el futuro


Política
Por Agrupación Haroldo Conti

En abril de 1977, unas viejas de clase media, que habían paseado por distintas oficinas del Estado sin obtener respuestas, se animaron a convocarse en la Plaza de Mayo a reclamar por sus propios hijos e hijas. El reclamo pacífico era contra la dictadura más cruel que tuvo la historia del país, que le respondía con silencio y desapariciones. Esas viejas poco a poco se conformaron como las Madres de Plaza de Mayo e hicieron de esa plaza su casa jamás elegida. A partir de ahí, las Madres convocaron en la Plaza al pueblo para fortalecer la democracia con memoria, verdad y justicia. Más de 30 años después, el país se debate la posibilidad de que los mayores de 16 años puedan ser parte de la institucionalidad democrática con la opción del voto y en esa misma Plaza, en paralelo, se habla de dictadura.
Seamos capaces de tomar dimensión de la desesperación que las Madres sentían entonces, cuando tenían que salir a la calle a reclamar ni más ni menos que por la vida de sus hijos, sin saber muchas de ellas que esa desaparición que sufrían en carne propia era una política de Estado dirigida por las Fuerzas Armadas, que se adentraron en la Casa Rosada sin voto de nadie y se fueron con 30 mil desaparecidos. Eso fue una dictadura. Y desde esa dictadura se apuntó contra los jóvenes: más del 43 por ciento de los desaparecidos, tenían entre 16 y 25 años (CONADEP).
En la historia de la política los jóvenes fueron el motor de los cambios, los logrados y los truncados, fueron la primera línea de la avanzada y de la resistencia. Por eso la dictadura fue contra ellos. Después, los jóvenes tuvieron que resistir: contra los avances neoliberales sobre el Estado y los trabajadores, contra la Ley de Federal de Educación y la Ley Educación Superior, que los afectaban directamente como universitarios o secundarios. El estallido de la crisis en 2001 también los encontró unidos y organizados, resistiendo, saliendo a las calles: Darío Santillán tenía 21 años, Maximiliano Kosteki casi 23. En la Plaza de las Madres se gritaba “que se vayan todos”, todos aquellos que afianzaron el mercado como gobierno y la represión como garante.
En la primera década del siglo, toda esa experiencia acumulada pos-dictadura siguió en las calles, asumiendo un debate que se dio en casi todas las organizaciones sociales: dejar de tener una lógica de resistencia para pasar a una ofensiva, a la construcción de un sistema social justo, libre y soberano.

A partir de políticas surgidas como respuesta a los reclamos traídos del proceso social de los ’90, a partir también de volver a darle vida a la estructura estatal como única forma de contención social y de limitación al mercado, los jóvenes nos hicimos cargo -y nos hacemos cargo- de esas discusiones como propias, y nos convertimos en uno de los protagonistas en la participación política, agrietando el discurso social-mediático que todavía nos ignora, nos margina, nos subestima y nos estigmatiza. Las Madres de Plaza de Mayo, agradecieron en más de una oportunidad el abrazo que siempre les damos y la posibilidad de haber vuelto a tener hijos e hijas.
Lo hemos dicho en alguna oportunidad: la democracia no empieza ni termina en el voto. La participación política -el lugar donde se discute y se realiza la transformación de la realidad- no la determina la posibilidad de votar. Los jóvenes, participan. No obstante, garantizar la posibilidad de voto amplía los derechos de esa

juventud comprometida políticamente, que es la que en el corto plazo renovará las estructuras políticas y económicas que ordenan la sociedad y le garantizan su bienestar. La respuesta a ellos durante la dictadura, fue desaparecerlos. Que hoy debatamos la posibilidad de incluirlos en la instancia de decisión social de gobierno, es fruto de una maduración social y de un proceso político nacional y latinoamericano que se sostiene en la memoria, en la justicia, en el trabajo, en lo popular, y que encuentra en los jóvenes el actor más dinámico de la historia presente que garantiza el futuro.
Eso, de ninguna manera puede ser tildado de “dictadura” desde la misma Plaza que se bombardeó, se reprimió, se desapareció. Ni las Madres, en una dictadura de verdad, pidieron la muerte de los presidentes que no habían sido elegidos por nadie. Las cacerolas se golpeaban cuando estaban vacías y no reclamando comprar en dólares. Libertad de expresión pidió Rodolfo Walsh cuando publicó una Carta que los militares tardaron un día en leerla y desaparecerlo. La inseguridad es la bandera que retoman, también, para bastardear, cuando siquiera les preocupa la existencia de la desigualdad. Y los jóvenes somos objetos cooptados para la formación de batallones dirigidos.
Pero las Madres hoy apoyan porque volvieron a creer en el Estado, que desde el 2003 en adelante les dio respuesta. Y los jóvenes están en las calles, con la política agarrada bien fuerte de las manos. La participación, es un hecho. Las calles, los barrios, las aulas, no volverán a estar en silencio, dirán lo que también quieren los jóvenes, desde las urnas y desde la Plaza que es de las organizaciones, de los jóvenes, de las Madres. Esa Plaza que es nuestra, que la ganamos reclamando lo que desde algunas corporaciones quieren frenar, incluso usando nuestras propias herramientas.


Frenesí agradece la siguiente colaboración de la Agrupación Haroldo Conti Unlp