sábado, 26 de enero de 2013

Catadores del tiempo

*Revista Frenesí en ENERO






Por Mateo Cappelli


En el momento donde aquello que llamamos niñez,

Se nos escurrió entre los dedos

Indefensos pero a la defensiva vimos desaparecer la existencia de 

una primavera

Que creímos que era eterna.


En los pasillos se sienten pasos

Aquellos que con su firmeza nos elevaron el canto y nos

transformaron en catadores del tiempo.

En los pasillos se sientes pasos

Traen la fragancia de aquello que fue,

Pero que ya no encontraremos.


Una bocanada de humo acompañada con una palabra.

Como gorriones hacia el bebedero

A saciar mi sed, volvía al calor que me proporcionaba el nido.

Pero no todos los pájaros se quedaron.


Han volado, pues llego el invierno

Hipnótico se tornaba el banquete verbal

Que nuestras bocas han propuesto en aquellos tiempos

Hoy he querido volver a realizar aquel encuentro

En vano lo intente, pues tu boca se perdió en el tiempo.


Pero de algo estoy seguro.

Es a quien le escribo

A las caricias perdidas en el tiempo

A aquellos que se han ido porque en algún momento han venido.

sábado, 12 de enero de 2013

Mi país paralelo



A J.C.S

Por Victoria Briccola

Por un tiempo me dedique a mirarte de lejos.
No estaba preparada para acercarme y ver.
Ver cómo era la línea divisoria entre el iris y tu pupila.
Preferí quedarme con el vaso en la mano, buscándote en silencio.

No hice rimas con tu nombre ni sueños de borrador.
Solo me dediqué a pensarte.
Podrías haber estado más acá. Yo haber estado más allá.
Pero los dos estuvimos en la misma hora.
Años más tarde, pero a las 2 de la mañana, juntos.

Mi mano tímida dijo al fin tus iniciales y yo me avergoncé.
No pensé ( de más ) y fue mi mayor triunfo.

Y fue ahí que, mi voz tuvo forma
Mis palabras un destinatario
Mis jueves un protagonista
Y la línea divisoria entre tu iris y tu pupila, brilló verde.

Gracias por tu paz.

martes, 8 de enero de 2013

Obsesión

*Revista Frenesí en ENERO



Por  Marcos Zocaro

Entras a la librería de plaza España poco después de las cinco de la tarde. A esa hora es cuando más clientes hay. Tantos clientes como para pasar desapercibido. Bajo el brazo llevas una carpeta con cierre y vas vestido como estudiante de Ciencias Económicas. Nadie creerá que vas a robar nada. Si pareces un nene de mamá, un chetito.
Cruzas la colorida sección de Infantiles de la entrada y desembocas en la librería en sí: sabes que es gigante, pero en este momento no es más grande que una cabina telefónica. Al menos hay bastante gente.
Para que ninguno de los empleados te salga al cruce con su ridícula sonrisa y su nombre estampado en el pecho, te pones a mirar los libros que duermen en la mesa de novedades. Al principio haces que miras  pero a los pocos segundos te olvidas para qué viniste y empezas a ver libro por libro, los levantas de a uno y lees los comentarios de la contratapa, los abrís y lees la información sobre el autor que figura en las solapas, pensando que algún día vos podes estar ahí, y, antes de apoyarlos nuevamente sobre la mesa, contemplas sus portadas como si estuvieras ante un Picasso o un Dalí. Los libros son maravillosos. Hermosos.
Pasan como diez minutos y recordas para qué viniste. Muy calmo, procurando no levantar sospechas, das unos pasos hacia la derecha y un giro de ciento ochenta grados. Quedas frente a la estantería de Literatura Argentina. Y lo ves. Ves a tu objetivo. Entre los Cuentos completos de Abelardo Castillo y Rayuela de Cortázar. Allí está. Los nervios que lograste reprimir antes de ingresar a la librería, ahora resurgen y se ensañan con tus extremidades: manos y piernas tiemblan como si las atravesara una corriente eléctrica. Intentando calmarte, dedicas medio minuto a rascarte el mentón y otro medio minuto a acomodar y reacomodar la carpeta debajo de tu axila. Mientras, tus ojos observan furtivamente en derredor, analizando las posiciones de los empleados. Los cinco están lejos y ocupados con lectores que no saben qué leer, así que no serán un problema. La que sí será un problema es la cajera. Está sola y aburrida. Debe hacer un largo rato que nadie compra nada. Encima la tenés a cinco metros. Volvés a posar la mirada en el libro, y una tierna sonrisa te deforma el rostro, y momentáneamente los nervios cesan, para regresar furiosamente un segundo más tarde. Por Dios, las piernas jamás te temblaron tanto. Es que jamás robaste… Podrías sacar la billetera y pagar el libro, pero no, no sería lo mismo. De ninguna manera. Además, ésta será la primera y última vez que lo hagas. Sí, sí, será así.
La cajera sigue sola, y de vez en cuando te mira. Pero no te preocupas  mira a todo el mundo. No te olvides que está aburrida. Está aburrida y es preciosa. No puede ser más linda. Tiene una mirada penetrante, una boca carnosa y un cuerpito frágil y curvilíneo. Pero hoy no viniste a conquistar mujeres. No. Tu objetivo son aquellas quinientas páginas encuadernadas en rústica.
Tanteas la carpeta debajo del brazo y te cercioras de que tenga el cierre abierto. Lo tiene. Justo en ese momento, en la otra punta del local, uno de los empleados logra que un hombre se decida a llevar un libro de autoayuda. Contento, creyendo que después de acabar con el libro su vida será la de un ganador, el hombre se dirige hacia la caja. Y por suerte el empleado que lo atendió es capturado por otro desorientado lector. Es ahora o nunca. Cuando el hombre llegue a la caja, nadie te mirará. Los nervios son voraces y crees que vas a vomitar. El hombre está cada vez más cerca. Te preparasFijas la mirada en el libro, en tu libro, y de refilón ves hacia la caja. La mano te tiembla. Agarras el libro. Simulas verlo. El hombre llega a la caja. Una punzada en el estómago te parte al medio. Y en un mismo movimiento echas una mirada a tu alrededor y escondes el libro dentro de la carpeta. Listo. Disimuladamente ves que no sobresalga nada de la carpeta y con el brazo la apretas bien fuerte contra tus costillas. Después, como si nada, saludas a la cajera y abandonas la librería, con la certeza de que pronto volverás.

lunes, 7 de enero de 2013

Pensamientos


                                                           
*Revista Frenesí en ENERO



 Por Jonas F. Mercado (2011)


Me acordé de las palabras que te escribí (¡Cuántas por favor!). Ahora me percato de su anarquía liberada, la que le dice que no tiene dueños.
Porque esa es la verdad, no nos pertenecen ya.(Exacto)
Se fueron con el aire; viajaron entre tu boca (¿Cuántas veces las leíste en voz alta?) y mi mano; comieron nuestras entrañas y como si nada las escupimos; se mezclaron con el agua para evaporarse formando nubes; otras jugaron a levantarnos la cara (Podrían ser lágrimas también) para poder mirar al sol, y hasta siento que este tiempo sin vos me hace creer que hay algo mejor…(Sé que miento)                                                           Tanto te busqué, tanto te amé, muchas cosas tomé y otras arrebaté, con esas que también creé (Muchas). Todas para poder escribirte hoy, diría que te amo tanto que ya no quiero nada más de vos (¡Deja de mentir!). Podría llegar a decir que no necesito de tu perfume (Wooouuu) para seguir y mucho menos tú aliento (Sabor de mis días), podría llegar a decir mil cosas más pero sé que nada de eso es verdad. Solo sé que quisiera reconquistar el tiempo con vos. (Ojalá así pudiera)

                                                                                                           
                              
                                                                    

domingo, 6 de enero de 2013

Coexistir y aplaudir la diversidad

*Revista Frenesí en ENERO


Por Pablo Corradini


Considerando y habiendo analizado las recientes declaraciones del Papa Benedicto XVI, en relación a temáticas diversas como la eutanasia, el aborto y la homosexualidad, entre otras; resulta necesario extender todo mi respeto a dichas declaraciones. Respetándolas sin lugar a dudas conociendo el lugar desde donde surgen, sin acordar en lo más mínimo con el mensaje emitido pero reconociendo en el otro la libertad por hacer estas declaraciones. Este respeto lamentablemente no es un atributo que se observe comúnmente en el Vaticano, el simple y valioso respeto por aquel que piensa distinto. Se observa esta intolerancia por ejemplo cuando desde la Santa Sede se establece que estas actividades (haciendo referencia al aborto, eutanasia, homosexualidad, etc.) amenazan la paz mundial y ponen en peligro el espíritu mismo de la familia tradicional.

Surgen de estos dichos muchos puntos de análisis, en primer lugar cabe preguntarse de que manera una actividad privada entre dos individuos (ya sea un médico que administra la eutanasia o aborto, o la unión civil homosexual) puede poner en jaque la paz mundial. Se trata de una declaración con tintes sensacionalistas, que al utilizar términos masivos intenta sembrar miedo y duda sobre la población. Una población que en su gran mayoría pretende siempre la paz mundial, pero que debe darse cuenta que estos hechos enumerados por Ratzinger no representan amenaza alguna. Por otro lado, la familia tradicional no existe, al menos no como una única expresión del concepto. No es lo mismo una familia de ciertos países del mundo árabe donde se permite la poligamia, así como tampoco lo son los grupos familiares de ciertas zonas del África donde el concepto no está ligado a la relación sanguínea. Pero sin embargo, en su contexto estas familias son tradicionales, porque justamente existen infinitas tradiciones que parecen ser despreciadas por el vaticano en pos de un único valor de familia Mamá, Papá e hijos (¡todos planeados, nada de profilácticos pinchados que eso no se puede!).

¿Qué conclusiones surgen entonces de esta primer mirada sobre el asunto? En primer lugar, repito, se respeta la opinión de la Santa Sede, pero no se comparte, y es justamente allí donde se genera el punto de inflexión. No tenemos que coincidir, ni compartir las opiniones con toda la sociedad, de la misma manera que no debemos, o deberíamos, reglamentar en base a nuestras opiniones y creencias personales al resto de la sociedad. Es cierto que vivimos en un país “Católico” que a su vez posee altísimas tazas de divorcio, prostitución, hijos fuera del matrimonio, abortos clandestinos y decenas de otras grandes aberraciones de acuerdo a la Iglesia. Todo lo enumerado no está siendo condenado ni mucho menos, simplemente se busca demostrar que no todos los integrantes de una sociedad tienen los mismos valores.  Y es por eso que las normas que rigen a una sociedad no deben estar sujetas a un credo en particular, independientemente de cual sea este.

Supongamos por un momento que nuestra sociedad estuviese mayormente compuesta por testigos de Jehová, ¿se deberían prohibir entonces las donaciones de órganos? Y si fuera una nación de mayoría mormona, ¿deberíamos peregrinar a Norte América, donde según las escrituras reaparició Jesucristo? Siguiendo con hipotéticos, pensemos nomás en la reducción productiva de no trabajar el sábado de acuerdo al sionismo, o apedrear a las mujeres infieles como parece dictar el Corán. Todos estos casos que resultan irreales y meras fantasías desde nuestro punto de vista, nos demuestran que es necesaria una cierta separación entre la Iglesia y el Estado. Quizás no una separación total, pero fundado en el respeto y la tolerancia, una separación de ideologías. Mientras el estado debe cuidar siempre la igualdad de condiciones para todos los habitantes, cada Religión se encuentra con un grupo parcial a quien conducir, aconsejar e influenciar. No son más que sus acólitos quienes deben vivir bajo las enseñanzas y dictámenes de sus respectivos líderes espirituales. Lo cual en la práctica no parece suceder de una manera estricta.

Es entonces en parte responsabilidad de aquellos en el poder, de aquellos que tienen en sus manos la conducción del país, generar esta distinción entre las leyes que unen una nación y aquellos preceptos que imparte cada religión, sin importar su aparente poderío. Un punto que presenta siempre dificultades en el análisis es la carga religiosa propia de cada gobernante y como esta debe mantenerse “a un costado” a la hora de tomar decisiones para el pueblo. Como ejemplo es interesante mencionar el caso norteamericano de la investigación de células madre. Durante la administración de Bush Jr. (de religión Metodista) los fondos a dichas investigaciones fueron reducidos significativamente en concordancia con lo que establece la Iglesia Metodista Unida. La cual cabe aclarar se encuentra opuesta totalmente a la Guerra (esa parte parece no haberla leído Jr.) A menos de un año de iniciar su primer mandato Barack Obama (de religión Cristiana) levanta estas restricciones, sin considerar la total oposición que plantea su propia religión a este tipo de investigaciones. Demostrando de esta manera, que puede existir un plano personal de creencias y uno secular donde se busca siempre la igualdad de derechos y oportunidades.

Finalizando, escribo este texto sin animosidad alguna hacia las religiones mencionadas, no es mi intención despreciar a un individuo en base a sus creencias y espero lo mismo de aquel con quien discuto. Nuestra necesidad como sociedad es muy simple, es aprender a coexistir, a observar nuestras diferencias y fortalecernos en base a ellas, encontrar espacios en común y construir en cada momento un mundo mejor, más digno y justo. Y recordando que no solo las acciones físicas deben ser consideradas agresiones hacia el prójimo, la simple discriminación, el considerar inferior o “enfermo” al otro es un acto de agresión.

Quiero aprovechar este, uno de mis primeros escritos, para agradecerle a Vicky Briccola sus lecturas previas y comentarios, así como su elección de título para el presente texto, ya que es algo que todavía no me resulta fácil.

Revista Frenesí en ENERO

ENERO en la ciudad
El verano, las vacaciones (o no), el calor (in)soportable
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Queremos contar qué anda pasando en este 2013 que recién abrió sus ojos.
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Las palabras nos desbordan, hay muchos mundos más por relatar.