viernes, 28 de diciembre de 2012

Cacerolas, madres y jóvenes

[Revista Frenesí de DICIEMBRE]

La historia presente que garantiza el futuro


Política
Por Agrupación Haroldo Conti

En abril de 1977, unas viejas de clase media, que habían paseado por distintas oficinas del Estado sin obtener respuestas, se animaron a convocarse en la Plaza de Mayo a reclamar por sus propios hijos e hijas. El reclamo pacífico era contra la dictadura más cruel que tuvo la historia del país, que le respondía con silencio y desapariciones. Esas viejas poco a poco se conformaron como las Madres de Plaza de Mayo e hicieron de esa plaza su casa jamás elegida. A partir de ahí, las Madres convocaron en la Plaza al pueblo para fortalecer la democracia con memoria, verdad y justicia. Más de 30 años después, el país se debate la posibilidad de que los mayores de 16 años puedan ser parte de la institucionalidad democrática con la opción del voto y en esa misma Plaza, en paralelo, se habla de dictadura.
Seamos capaces de tomar dimensión de la desesperación que las Madres sentían entonces, cuando tenían que salir a la calle a reclamar ni más ni menos que por la vida de sus hijos, sin saber muchas de ellas que esa desaparición que sufrían en carne propia era una política de Estado dirigida por las Fuerzas Armadas, que se adentraron en la Casa Rosada sin voto de nadie y se fueron con 30 mil desaparecidos. Eso fue una dictadura. Y desde esa dictadura se apuntó contra los jóvenes: más del 43 por ciento de los desaparecidos, tenían entre 16 y 25 años (CONADEP).
En la historia de la política los jóvenes fueron el motor de los cambios, los logrados y los truncados, fueron la primera línea de la avanzada y de la resistencia. Por eso la dictadura fue contra ellos. Después, los jóvenes tuvieron que resistir: contra los avances neoliberales sobre el Estado y los trabajadores, contra la Ley de Federal de Educación y la Ley Educación Superior, que los afectaban directamente como universitarios o secundarios. El estallido de la crisis en 2001 también los encontró unidos y organizados, resistiendo, saliendo a las calles: Darío Santillán tenía 21 años, Maximiliano Kosteki casi 23. En la Plaza de las Madres se gritaba “que se vayan todos”, todos aquellos que afianzaron el mercado como gobierno y la represión como garante.
En la primera década del siglo, toda esa experiencia acumulada pos-dictadura siguió en las calles, asumiendo un debate que se dio en casi todas las organizaciones sociales: dejar de tener una lógica de resistencia para pasar a una ofensiva, a la construcción de un sistema social justo, libre y soberano.

A partir de políticas surgidas como respuesta a los reclamos traídos del proceso social de los ’90, a partir también de volver a darle vida a la estructura estatal como única forma de contención social y de limitación al mercado, los jóvenes nos hicimos cargo -y nos hacemos cargo- de esas discusiones como propias, y nos convertimos en uno de los protagonistas en la participación política, agrietando el discurso social-mediático que todavía nos ignora, nos margina, nos subestima y nos estigmatiza. Las Madres de Plaza de Mayo, agradecieron en más de una oportunidad el abrazo que siempre les damos y la posibilidad de haber vuelto a tener hijos e hijas.
Lo hemos dicho en alguna oportunidad: la democracia no empieza ni termina en el voto. La participación política -el lugar donde se discute y se realiza la transformación de la realidad- no la determina la posibilidad de votar. Los jóvenes, participan. No obstante, garantizar la posibilidad de voto amplía los derechos de esa

juventud comprometida políticamente, que es la que en el corto plazo renovará las estructuras políticas y económicas que ordenan la sociedad y le garantizan su bienestar. La respuesta a ellos durante la dictadura, fue desaparecerlos. Que hoy debatamos la posibilidad de incluirlos en la instancia de decisión social de gobierno, es fruto de una maduración social y de un proceso político nacional y latinoamericano que se sostiene en la memoria, en la justicia, en el trabajo, en lo popular, y que encuentra en los jóvenes el actor más dinámico de la historia presente que garantiza el futuro.
Eso, de ninguna manera puede ser tildado de “dictadura” desde la misma Plaza que se bombardeó, se reprimió, se desapareció. Ni las Madres, en una dictadura de verdad, pidieron la muerte de los presidentes que no habían sido elegidos por nadie. Las cacerolas se golpeaban cuando estaban vacías y no reclamando comprar en dólares. Libertad de expresión pidió Rodolfo Walsh cuando publicó una Carta que los militares tardaron un día en leerla y desaparecerlo. La inseguridad es la bandera que retoman, también, para bastardear, cuando siquiera les preocupa la existencia de la desigualdad. Y los jóvenes somos objetos cooptados para la formación de batallones dirigidos.
Pero las Madres hoy apoyan porque volvieron a creer en el Estado, que desde el 2003 en adelante les dio respuesta. Y los jóvenes están en las calles, con la política agarrada bien fuerte de las manos. La participación, es un hecho. Las calles, los barrios, las aulas, no volverán a estar en silencio, dirán lo que también quieren los jóvenes, desde las urnas y desde la Plaza que es de las organizaciones, de los jóvenes, de las Madres. Esa Plaza que es nuestra, que la ganamos reclamando lo que desde algunas corporaciones quieren frenar, incluso usando nuestras propias herramientas.


Frenesí agradece la siguiente colaboración de la Agrupación Haroldo Conti Unlp



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