domingo, 22 de abril de 2012

40 minutos de viaje y ninguna rubia



Siete de la mañana, Camino General Belgrano, bondi, Talp. El peor para viajar a esa hora. Con suerte, viajás parado y apenas cómodo. Viajábamos con la cara contaminada de sueño, repugnaba ver a la gente así, por eso, sólo pispié para ver si encontraba alguna cara linda; pero nada, ninguna rubia que entretenga el camino. Sólo miradas apagadas como amortiguando la luz del Sol. El bondi batía nuestras cinturas y, hasta ahora, la rutina era normal, no había prendido el mp3 porque estaba buscando el momento.

La mañana es tajante como la afeitadora a la piel: depende de cómo se transite, te puede irritar, te puede cortar. Lo mejor es entrar en el baile y sonreír sin disimulo, apretar el play y darle alegría a nuestra alma; en este caso, donde el viajar es austero, como festejando que la vida cumple años, lo que hace que la música nos aproxime al placer de escuchar en nuestro cabernoso oído, aquel ruido que proviene de nuestros aislantes sociales.

Sin embargo, no hay tarjeta que pague por ese precio: la felicidad se mide por pequeños momentos, y yo disfruto de cada uno de ellos, como cuando subís al bondi abarrotado como sardina y no importa cómo, dónde ni cuando te vas a sentar. Y allí, justo, cuando te acomodás para el calvario, el chofer que parece indiferente. una persona falta de sentimientos, generalmente con mal humor, de pronto se vuelve tu mejor amigo y pone el mejor CD del mundo: "Verde paisaje del infierno", "Labios de Seda", de Los Piojos. Y tu cara irradia felicidad hasta por los dedos, que prometen no parar. 

Gracias Dios por este buen comienzo de semana.

Por Nehuén Paulucci

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