domingo, 22 de abril de 2012

Agridulce, te quiero



Quisiera comenzar este escrito con una pregunta indispensable: ¿quiénes de ustedes no ha tenido, alguna vez, en cualquier capitulo de su vida, algún "amor no correspondido"?

Sé muy bien que si nos sinceramos, todos hemos sido protagonistas de una novela semejante. Nadie se salva de ésta. O quizás, fuimos sido testigos de la de un amigo muy cercano. La mayoría hemos sido víctimas inevitables. Digo así porque nadie elige de quién caer locamente enamorado, de quién depender constantemente, de quién pensar o decidir quién será el que te "vuele la cabeza". Como nos consuela el más grande Cronopio, Julio Cortázar, cuando en su libro Rayuela dice: "...como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio...”.

El amor no correspondido es un amor unidireccional, es no-recíproco, es amor-admiración, es una mezcla con un amor platónico, un revoltijo de alegría, exaltación, incertidumbres infinitas, desesperación y tristeza inagotable. Es morirse de las ganas de hacer todo con la persona X y morir en el intento de llegar a hacerlo realidad. Es no sentar cabeza nunca porque aquel pibe o aquella piba están sumamente idealizados.

¡Sí, esa es la clave de la cuestión! Porque resulta que para nosotros son el rey y la reina sin corona de nuestro mundo, son el foquito que da luz a todo lo demás, la primera carita en que pensamos cuando escuchamos esa maldita canción cursi y asquerosamente repetida por todas las radios -y por nosotros mismos, inclusive-. Porque claro, de repente, al señor o a la señorita se le ocurre algún día porque sí- saludarnos, decir nuestro nombre, así al paso, sonreírnos porque estábamos ahí parados cerca de ellos y nos decimos para nosotros mismos: Listo, ¡le encanto!, seguro que estuvo pensando en mí últimamente.

Perdón, no busco ser la aguja que te pinche el globo pero, también, sé que en alguna esquina de tu inconsciente estás al tanto y sabés que no recibirás un mensaje de texto sorpresa, donde te confesará su amor insostenible, o no es el tipo de amor en el cual recibirás una flor o un chocolate de esos que se dividen en dos y te trae un "poemita" como un plus de romanticismo. Pero bien, uno se la banca. Sabe qué juego está jugando y sabe que soportara todo en nombre del amor, en el nombre de él/ella. En este amor no habrá desilusiones: no existen los cuernos, los desgastes, las excusas baratas.

Sólo unos muy pocos lograrán tener la suerte de llegar a un peldaño más arriba. A ser algo. Muy pocos vivirán la gloria de encontrar la última pieza del rompecabezas y estallar de alegría. Pero, igualmente, quédense tranquilos, que las historias color de rosa no existen. Las películas con parejas perfectas, de ensueño, nos muestran sólo un momento de la relación. Todos tienen sus debilidades, sus desencuentros, sus imperfecciones.

Lo más sano para todos los que padecen y aman un par de ojos que no nos devuelven la mirada, es no entregar toda nuestra energía, todos nuestros latidos a quien no gasta ni un solo instante en pensar en nuestra cara. Usemos aquellas ganas para abrir otras puertas. Para encontrar otras primaveras. Aprendamos a observar con todo el sentido de la palabra. Porque seguramente exista esa otra persona que se esté volviendo loca por enamorarte. 

            Hay dos misiones en nuestras vidas: sobrevivir, y ser amado.

Por María Victoria Bríccola
http://siempre-empezoallover.blogspot.com/

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