domingo, 22 de abril de 2012

Anecdotario del boliche platense


Es sabido que cuando una llega al boliche, la primer parada es, sin dudas, el baño. Para chusmearte a vos misma en el espejo y ver en qué estado llegaste después de la previa o de la caminata, sobre todo, si eran más de cinco y no las quiso llevar el forro del taxi. Más allá de esa primer instancia, cuando alguien experimenta la noche platense por primera vez, lo primero que tiene que tener en claro es que la pregunta por excelencia en los boliches de la ciudad, difiere con los del resto del mundo: por lo general, antes que tu nombre, los chicos te preguntan "¿De dónde sos?".

Respecto de las especies que pueden encontrarse, debemos decir que los platenses son de lo más chamuyeros, debe ser que poseen ese encanto de no ser ni porteños ni del interior. Estos chicos tienen un sinfín de estrategias para conseguir que las femeninas compartan una pieza del más fino reggaeton con ellos y, en el mejor de los casos, conseguir un par de teléfonos.

Algo que hacen últimamente para asegurarse de que les das el número correcto (los hombres de a poco aprenden) es agarrar ellos mismos tu teléfono, marcar su número y hacerse a ellos mismos una "perdida". Si el pibe es un asco, no permitas que haga tal cosa, decile que te robaron el teléfono o que lo dejaste en la cartera de una amiga que se te perdió. Si no, vas muerta. Me pasó una sola vez pero me sirvió de experiencia, hace casi un año que estoy con mi novio y el chabón me sigue mandando mensajes como "hola linda, ¿qué hacés tanto tiempo?" y eso que nunca recibió respuesta. 

Y ahí va otra cualidad de ellos: son tremendamente persistentes. Algunos incluso llegan a chamuyarte más de una hora si no tenés a tu amiga copiloto que te lleve al baño de urgencia, para deshacerte de semejante plomo. Los peores y más insistentes son esos que hasta se ofrecen a acompañarte a vos y a tu amiga al baño, como para que no te le pierdas. Por lo general, los inteligentes dan la batalla como perdida cuando "vas al baño". Desafortunadamente, hay algunos que no.

Existen hombres que se quejan de que a veces las mujeres se hacen las mojigatas, cuando en realidad somos altas perras, pero son ellos los que mandan a sus amigos a preguntarnos si no pueden bailar con nosotros, y ahí es cuando se da otra de las peores cosas que pueden pasarte en el boliche platense. Vos, vestida para matar, ves a un individuo de sexo masculino que se parte solo, y cuando finalmente se te acerca, te dice al oído: "Che, mi amigo, el de allá, se muere por bailar con vos. Daaale, una sola vez". Y, cuando mirás, en el mejor de los casos te puede pasar que sea el tímido del grupo; en el peor, que sea hombre de manos mojadas o transpiración intoxicante. Y vos buscás la manera más educada de decirle que no, mientras tanteás el terreno para ver si él esta dispuesto a bailar con vos.

Los chapes antiguos son una posible realidad si siempre frecuentás el mismo lugar. Me ha pasado que una amiga se me acerque y me grite al oído ¡A ese tipo lo conozco!”. Y cuando él la ve y empieza a caminar en nuestra dirección, ella me agarra del brazo y me lleva bien lejos de ese hombre. Si te encontrás con un chape y no podés huir, por lo general, tendrás que comerte una secuencia de reproches que intentan ser seductores en forma de ¿Por qué no me llamaste, preciosa?”. Exasperante.

Además de hombres en demasía, el borracho que se encara hasta a las paredes, la parejita desenfrenada del sillón, el grupo de amigas que se alternan para sostenerle el pelo a la borracha de turno, los fumadores sociales, las minas que bailan con los tipos por un Gancia con Speed y el despelote que significa dejar tu abrigo y tu maxibolso en el guardarropas. El boliche platense es un must de la ciudad, que vale la pena visitar, aunque tu mayor expectativa en la vida sea matar al taradito que canta ai se eu te pego.

Por Rocío T.

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