[Revista Frenesí de DICIEMBRE]
Crónica
Victoria Briccola
Revista Frenesí asistió a la XXI Marcha del Orgullo LGBTIQ en Capital Federal, el pasado 10 de noviembre. El resplandor de la diversidad sexual en Argentina.
10 de noviembre. Capital Federal y un cielo de colores. Era sábado y había amanecido un tanto nublado. El sol estaba tímido pero se notaba, por ciertos momentos, sus ganas de estar presente aquel día.
En la ciudad parecía ser un día común y corriente. Las cosas estaban en el lugar que siempre estaban. Los edificios, las caras de las personas, el viento. Todo y cada pequeño mundo.
Pero cerca de las 15.00, en Plaza de Mayo, se empezaba a sentir otra energía, otro espíritu. Se empezaron a agitar otras banderas. Y apareció la alegría genuina, los colores puros y brillantes. Eran ellxs. Éramos nosotrxs. Éramos todxs.
De la mano de Revista Frenesí, asistí a la XXI Marcha del Orgullo LGBTIQ (lesbianas, gays, bisexuales, trans, intersex, queer) y fuimos, así, parte del festejo.
Frente a la Casa Rosada se desplegó su respectiva antesala, la Feria de los colores y las miradas alegres (Yo me animé a bautizarla así). La misma estaba repleta de distintas producciones que cargaban con la bandera del arcoiris en primer plano: remeras, banderas, accesorios, y otros elementos afines, como libros, agendas y más.
El buen humor y la música bien fuerte fueron los protagonistas del lugar. Se notaba a simple vista que la gente se estaba divirtiendo, que estaban felices de estar donde estaban. Sus cuerpos bailaban desde donde se encontraran: en alguna de las camionetas, debajo de estas, más allá, en la otra punta. La Marcha del Orgullo comenzaba a ganar su propio ritmo y era sumamente contagioso.
El lema de este año fue “Educación en la diversidad para crecer en igualdad” y de esta manera se reclamaba al Estado nacional que intensifique su compromiso con la educación inclusiva para hacer de la escuela un espacio plural que incorpore la diversidad en su agenda cotidiana. En líneas generales, se buscaba que se ponga en vigencia la Ley de Educación Sexual Integral, que fue sancionada en el 2006 y que aún no logra implementarse en la mayoría de las escuelas provinciales y de la Ciudad de Buenos Aires.
Alrededor de las 19.00 las enormes camionetas, convertidas en discotecas, comenzaron a avanzar hacía la Plaza de los Dos Congresos, al ritmo de la cumbia o de la música electrónica. Delante de ellos, iban caminando varias parejas del mismo sexo, familias co-maternales, con sus hijxs en brazos o en cochecitos, para realzar la consigna de este año. La XXI Marcha del Orgullo LGBTIQ estaba en movimiento.
En las caras de cada uno de los presentes, en sus bailes, en sus vestimentas, en las banderas que agitaban de mil formas, en las formas de abrazar, en las caricias al mirar, todo era sinónimo de libertad, de orgullo y de felicidad por su ser. Todxs, tanto homosexuales como heterosexuales, todos los que asistieron a la Marcha buscaban dejar atrás pedagogía del insulto, de la discriminación, las cargadas y el bullying, no solo en el ámbito educativo sino en todos los rincones de la sociedad.
La marcha había terminado. Una vez presente frente al Congreso, comenzó el discurso general conducido por Gustavo Pecoraro, escritor, periodista y activista gay; por Vida Morant, psicodramatista, actriz y dramaturga y por Andrea Majul, periodista, locutora e integrante de la organización 100% Diversidad y Derechos. Hubo aplausos y abucheos a distintos personajes del ambiente político y cultural del país. Más tarde, Leo García, Celeste Carballo, Lía Crucet y las Kumbia Queers regalaron su música al cierre de la noche.
Este año, hubo una gran concurrencia de distintas agrupaciones políticas (La Cámpora, el Movimiento Evita, Kolina, los Putos Peronistas, la Juventud Radical, el MST y el Partido Socialista) y numerosos activistas que dejaban ver sus diferentes banderas y cánticos. Sin embargo, todxs tenían plasmados en sus caras y en su emoción la misma bandera. Todxs supieron cómo festejar, reclamar y defender una misma bandera, los mismos colores.
La alegría por tener en su haber, por ejemplo, la ley de identidad de género y el decreto del reconocimiento igualitario eran puntos en común en todxs. Eran logros alcanzados por todxs en este 2012. Porque al hacer mención de estas conquistas, se estaba llegando a la historia de cada unx, a la verdad que cada unx de ellxs cargan.
En aquellas últimas horas de la noche, sus ojos revivieron como una pequeña película todos esos sueños cumplidos. Sueños que bien eran propios o de un amigo/hermano/hijo que estaban acompañando. La felicidad era compartida, era igualmente genuina.
Porque si nos detenemos dos segundos, podríamos ver que somos todxs diferentes, por más que en tu grupo de amigxs sean todos heterosexuales, son todxs distintxs y esas diferencias, de cualquier índole, son las que nos enriquecen como grupo, como colectivo y son las que nos ayudan a ser más tolerantes, más comprensivos, y respetuosos. El que sea gay, lesbiana, bisexual, trans, es una elección de cómo amar, de cómo ser, pero no lo limita a nada ni lo hace inferior a nadie. Creo que si nosotrxs nos encerramos, discriminamos, no escuchamos e ignoramos estamos siendo nosotrxs, menos que nadie.
Así fue que, gracias a Revista Frenesí, finalmente en noviembre del 2012 pude tener la excusa perfecta para caminar por las calles porteñas y conocer la Marcha más especial, colorida y entretenida de la ciudad y del territorio argentino en general.